Armas de destrucción masiva- Margaret Vandenburg

Para los patriotas como Billy Sinclair, la guerra de Irak comenzó el 11 de septiembre. Está preparado para matar en los bosques de Montana, cazando con su compañero Pete bajo la tutela de su abuelo, un veterano decorado de la Segunda Guerra Mundial. Cuando matan a su primer ciervo, el abuelo mancha su sangre en sus caras en honor del bisabuelo de Pete, un scout de Sioux que acorraló a los primeros caballos salvajes que llevaban la marca de Sinclair. Una infancia más sublime es inimaginable, una adolescencia más trágica, impensable. Nadie lo ve venir. El inexplicable suicidio de Pete acciona la decisión de Sinclair de unirse a los Marines. La certeza moral de la guerra contra el terror llena el vacío que dejó la muerte de su mejor amigo. Pero la fe de Sinclair vacila cuando su pelotón se ve obligado a atacar blancos equívocos en Faluya: mezquitas, cementerios e innumerables hogares. El combate urbano es lo suficientemente duro sin ser perseguido por los fantasmas de las mujeres indefensas, por no hablar de los niños.Sinclair convoca su entrenamiento, manteniendo sus dudas a raya hasta que un atacante suicida provoca flashbacks al papel que sin saberlo jugó en la muerte de Pete. Su propia supervivencia dependerá en última instancia de resolver el acertijo planteado por estos dos suicidios imágenes especulares de las compulsiones autodestructivas en el hogar y en el extranjero.